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Artículos de la Villa de Espera

La Ermita de San Sebastián y la epidemia de fiebre amarilla

 

LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN Y
LA EPIDEMIA DE FIEBRE AMARILLA EN ESPERA

(1.800-1.804)

 

Este presente trabajo es un compendio de un capítulo de un libro que sólo publicó en parte D. Juan Candil Ríos en 1.972 y que nos ha parecido interesante traerlo a estas páginas, haciendo con ello un pequeño homenaje a ese párroco que tanto se interesó, no sólo por el presente de sus feligreses en aquellos momentos, sino también por el pasado de los mismos y por la Historia de nuestro pueblo.

Los primeros datos de esta Ermita los encontramos en 1.692, cuando Andrés García Lozano, natural y vecino de esta villa, declara en su testamento que Francisco Parra, el cortador de la carnicería débele 200 reales, y manda que dicha cantidad sea para la obra que se está haciendo a la salida de la villa para el Sr. San Sebastián. En 1.761 se denominaba "Hospital y Ermita de San Sebastián". Hay unos legajos muy maltratados, pero de los que se puede sacar algo, y parecen decir que fundaron un hospital para atender a tantos transeúntes y pobres como corren por estas comarcas. Un beneficiado tenía la obligación de atender aquella Ermita, porque en los Libros de Colecturía constan misas celebradas en esta Ermita. En 1.773 D. Alonso Santos de las Cuevas y Dª Francisca Álvarez, su mujer, vecinos de Bornos, dejan para la Ermita de San Sebastián mediante testigos, un capital de 500 ducados de vellón que están depositados en las arcas de capitales de esta Iglesia. Su rédito es de 165 reales, los que situó sobre una suerte de viñas con su bodega, casa y demás pertrechos en el sitio denominado La Culebra.

En 1.778 consta que había allí la Hermandad del mártir San Sebastián, a la cual destinaban mucho dinero del recogido en las arcas parroquiales, tal vez porque también era Hospital. En 1.880, el 14 de octubre, comienzan e enterrar fuera de la población, junto a la Ermita de San Sebastián, debido a la epidemia tan cruel que hubo y que también asoló a los pueblos vecinos. Hasta entonces lo enterramientos los hacían en la iglesia y en sus atrios. Alrededor de la Ermita comienzan a enterrar y lo hacían sin forma alguna debido a las circunstancias. Comienza la lista de los fallecidos desde octubre de 1.800 hasta enero de 1.801 y fueron los siguientes: en octubre mueren 131, en noviembre 102, en diciembre 17, en enero 50. En esta fecha se reconoce ser los últimos que murieron de la epidemia y desde el 21 de septiembre haber fallecido 306 personas (1). Muere Pedro Farreas, Hermano mayor de la cofradía del Pecado Mortal (actual Expiración), y varios clérigos de esta parroquia. En ese mismo mes de enero se cantó un Tedeum en acción de gracias por un sujeto que se libró de la epidemia, como dice textualmente el Libro de Colecturía. También en febrero de 1.801 se canta una misa en el Castillo por un devoto de Lebrija ya que se ha librado de los estragos de la epidemia. En 1.803 falleció Juan Morales que dejó una casa en el callejón de Torres que había sido de Pedro Torres, para que se aplicaran misas por su alma. Tal vez este Torres es el que dio origen a que esa callejuela se llamara así y nos haya llegado el nombre hasta la actualidad.

El 7 de septiembre de 1.804 comienza la segunda epidemia que asoló este pueblo. Siguen enterrando junto a la Ermita de San Sebastián. En esta ocasión son 470 los que mueren(2). La mayoría eran párvulos, y de los adultos había muchos -cosa curiosa- que estaban casados en terceras y cuartas nupcias. Desde entonces la mayoría son enterrados en el cementerio de San Sebastián y son muy contados los que vienen a sepulturas de fábrica de esta Iglesia. En 1.818 fallece María Belén Pérez de Mier, esposa de Miguel Ramón Bernal, y deja un arca de madera superior para la Ermita de San Sebastián; la Ermita estaba en ruinas y mientras se reedificaba, se quedó con el arca Francisco Panal, marido de la hermana de la difunta María Jesús Pérez de Mier. Todos estos Pérez de Mier eran tíos carnales por vía materna del Padre Zevallos. La imagen de San Sebastián aún se conserva en nuestra Iglesia Parroquial.                     

 

                            Juan Candil Ríos

 

 

Índice de Artículos de la Revista 1998

 

 

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