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REVISTA DEL CRISTO 2005

El Campanero

 

EL CAMPANERO

 

Allá por los años 30 del siglo 20 era muy extraño el día que yo no fuera a hacerle una visita a mi abuelo materno Frasquito Lozano, que vivía en la calle de Veracruz, del pueblo de Espera. Y a la vez, tertuliaba con su madre, mi bisabuela, mamá Isabel, que a pesar de sus bastantes años, tenía una lucidez espantosa en su memoria. Le comenté que hacía unos días había estado en la Ermita del Castillo y entonces me narró lo que sigue:

Hay lugares que quien se encuentra al cuidado de una Capilla, le llaman capillita, al  cuidador de una Ermita, le dicen ermitaño, pero aquí al que cuida la capilla existente en el Castillo, le dicen El Santero. Pues hubo una época en que en el Castillo estaba de Santero un hermano de su marido, cuya familia la componía el matrimonio y un hijo que se llamaba José María Lozano, el campanero. Pues los padres de éste estaban ya bastante envejecidos y él era el que le hacía la comida, limpiaba la Ermita, tocaba las campanas del Castillo y de la Iglesia, que por cierto las campanas sonaban todas las mañanas, muy temprano, a la salida del  Lucero "matagañanes" y los trabajadores del campo, se levantaban para ir cada uno al lugar de su faena. En aquel momento le interrumpí y pregunté que por qué tenían que tocar las campanas para que se levantase el trabajador, y con la cara, un poco sonriente me dijo que nadie tenía reloj y  solamente el manijero lo llevaba. Una vez aclarado este lapsus continuó: El hijo del Santero era aguador, pues tenía una borriquilla, con su serón y seis cántaros. Iba a por agua a Esperilla, al pozo y allí, hecha su carga, la traía al pueblo y repartía el agua a sus veceros. Este muchacho tenía fama de buenísimo, pues aparte  de las atenciones con sus padres, también lo hacía con los incapacitados del pueblo. Tenía una silla puesta junto al altar del Santo Cristo y allí se sentaba y conversaba de continuo con el Señor. Un día dos jóvenes de 13 años, uno llamado Juan José Cano y el otro Manuel Garrido, salieron al campo a coger cigarrones para unos pájaros que tenían. Y cuando iban caminando cerca del pozo de Esperilla les dio sed  y se acercaron al pozo para beber, dicho pozo carecía de brocal, y el Juan José Cano al acercarse, resbaló y cayó dentro del mismo; su compañero se asustó mucho, y en aquel descampado comenzó a dar voces de socorro.

Y quiso la providencia que en aquel preciso momento llegase, con su borriquilla, José María "El Campanero". Este corrió al oír las angustiadas voces de socorro y de la mejor forma que pudo, sacó de las aguas del pozo al joven. Lo tendió sobre el suelo y dándole aprietos sobre el pecho le hizo arrojar mucho agua. Lo trajo al pueblo y el médico le indicó a la familia que el niño estaba muy crítico. Así estuvo varios días en cama y sin  mover nada del cuerpo. Mientras, el Campanero, cuando terminaba sus trabajos, se sentaba en la silla, frente al Cristo de la Antigua  y allí comenzaba a conversar con  Él sobre la gravedad de Juan José. Una mañana, al dar los toques del alba, José María Lozano le vino la ocurrencia de visitar al enfermo. Cuando llegó a la casa de éste se encontró a todos los familiares y amigos, con lagrimas en los ojos, y las únicas palabras que oía eran "ESTO NO TIENE REMEDIO". En aquel instante solicitó permiso para ver al enfermo y entrando dijo: "Juan José"; en aquel instante el ya indicado enfermo impulsivamente se sentó en la cama y dijo a José Lozano, el Campanero,  ¿por qué me has despertado? Estaba soñando una cosa muy bonita; pensaba que me había caído al pozo de Esperilla y resbalando  caí dentro y en aquel instante me acordé del Cristo de la Antigua y Nuestra Señora del Carmen y vi que entre los dos hacían subir las aguas del pozo y las mismas despidieron fuera mi cuerpo. Ya puesto de pie salieron los dos de la alcoba y al verlo sus padres y familiares  comenzaron a llorar, que hicieron acercarse a la casa a todo el pueblo. Aquel hecho se corrió por todos los pueblos de alrededor y en las Fiestas del Cristo del año siguiente y muchísimos años posteriores no dejaron de venir de Arcos,  Bornos,  Algar,  Lebrija, etc.

Cuando mi mamá Isabel me contó esto fui al Castillo y efectivamente, sobre las paredes de la Capilla, colgaba el cuadro o pintura a que hace referencia.

 

FRANCISCO ROMANO LOZANO

           

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@ Antonio Durán Azcárate. 2001  - 2006  Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA