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REVISTA DEL CRISTO 2005

Nostalgia de un castillo

            

NOSTALGIA DE UN CASTILLO

 

            Antes de conocer a sus concienciados y laboriosos ciudadanos, antes de conocer a sus honrados e idealistas políticos, Espera era para mí sólo un lugar de paso hacia Sevilla. Salías de Arcos y a lo lejos veías a Espera, limpia y tendida al sol como un pañuelo blanco. Luego era entrar en el pueblo, ver el castillo arriba y otra vez el campo ya buscando la provincia de Sevilla, el cruce de Las Cabezas y todo eso.

 

            Por suerte para mí tuve la ocasión de conocer a muchos espereños y Espera pasó de ser un punto obligado en un viaje a formar parte de mis paisajes sentimentales y morales; ya que uno siente y quiere a los lugares porque quiere a la gente que vive en ellos, porque conoce a la gente que vive en ellos.

 

            Pero hoy quiero escribir sobre las evocaciones y nostalgias que me produce el castillo de Espera. Nunca lo he visitado y por eso puedo recrearlo en mi imaginación, y revestirlo de poesía y de sueños. Y eso es precisamente lo que hago cada vez que lo miro arriba, resistiendo a los tiempos con la dignidad de la piedra, con la formidable majestuosidad de lo antiguo. Manuel Pérez Regordán, historiados de mi pueblo, dice que el castillo de Espera es antiquísimo y conserva en regular estado las torres del homenaje, de planta cuadrada, mientras que la cerca tiene planta irregular. Lo dice Pérez regordán y yo, aunque no lo he visto, lo creo. Pero precisamente porque no lo he visto aún puedo soñarlo y verlo de otra manera, verlo en la imaginación poblado por los sus legítimos propietarios, gente adusta y honrada que labora y confía en Dios como algo irrefutable. Puedo imaginarme a la hija de los dueños, adolescentes, trenzas de trigo, aplicada en la rueca o entrando bajo el arco como entra en su nido una paloma. Puedo recrear a los hombres y mujeres que, en torno a la fortaleza, aran y cuidan el ganado, o crían a sus hijos.

 

            Espera es ya para mí un lugar, como digo, moral porque en él tengo puestos muchos afectos, pero su castillo sigue siendo aún el paisaje medieval al que viajo con la imaginación, que es la memoria de lo que no vemos. Sé que acabaré visitando el castillo y que entonces se difuminarán mis sueños porque no hallaré allí ni a la adolescente de las trenzas de oro ni a sus señores padres sentados en la capilla privada. Allí sólo habrá piedras y entre ellas el tiempo detenido, expuesto a nuestra mirada. De todas formas creo que merece la pena visitarlo; así me lo aseguran quienes han estado. Y aunque será como regresa del Medioevo, como volver a la realidad, como ser expulsado de un sueño, acabaremos un día pasando bajo el arco de descarga con dintel apoyado en zapatas de piedra, y entrando por la misma puerta por la que hace siglos entraba la hija de los dueños como entra en su nido una paloma.

 

Pedro Sevilla

Arcos de la Fra.  

           

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@ Antonio Durán Azcárate. 2001  - 2006  Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA