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REVISTA DEL CRISTO 2008

Hermandad del Cristo, ¿porqué?, ¿para qué?

 

Hermandad del Cristo, ¿por qué?, ¿para qué?

 

 

Desde pequeño he colaborado con la Iglesia local, y principalmente lo hice siendo párroco titular de nuestra parroquia el Rvdo. D. Juan Candil Ríos (q.e.p.d.), el cual infundió en mí un gran experiencia espiritual y una gran responsabilidad en cuanto al vivir cristiano se refiere. Desde siempre me he preguntado sobre la necesidad, o lo adecuado o no de que funcione la Hermandad del Santísimo Cristo de Lantigua. Aún recuerdo en mi niñez, cuando participé llevando y trayendo cartas de la Parroquia a cada una de las casas de nuestro pueblo, y viceversa, en la última reorganización de nuestra querida Hermandad (el proceso más democrático jamás realizado)  y en la que salió elegido como Hermano Mayor de la misma D. Francisco García Durán (Currito el de Amalia). Posteriormente, tras otra reorganización, se constituyó de nuevo la Hermandad, siendo el Hermano Mayor D. Fernando Garrido Jiménez (Fernando el de Rafaela). Después de varios años, y con la llegada de un nuevo párroco, la Hermandad, por causas de todos sabidas, desapareció como tal, hasta nuestros días. De ello hace ya, como quién no quiere la cosa, más de un cuarto de siglo.

 

De forma periódica y recurrente, desde el año 1980 aproximadamente, siempre se vuelve a oír la misma cantinela: “Tendríamos que formalizar la Hermandad del Cristo”, “Deberíamos comprometernos a constituir la Hermandad del Cristo”, “Somos la única comunidad parroquial local en la que no hay Hermandad de su Santo Patrón”, …  A fuerza de ser sincero, yo soy uno de los muchos que cantan ese estribillo y, por qué no reconocerlo, con más frecuencia y estridencia, quizás, que la mayoría. Pero la verdad es que unas veces por causas ajenas y otras por mi propia desidia e indecisión, siempre pasa de moda la canción, hasta que otra reedición de la misma se ponga de moda.

 

Pero, mira por dónde, y debido a la fuerza del azar, hace dos o tres meses llegó a mis manos una documentación de hace ya bastantes años, y en la cual aparecen dos actas de la Hermandad del Cristo, correspondientes a los años 1927 y 1951 respectivamente. La friolera de más de tres cuartos y más de medio siglo de antigüedad. Leyendo las mismas, ¡oh curiosidad!, he llegado a la conclusión de que la problemática de la existencia, constitución y funcionamiento de esta Santa Hermandad, ya sea unas veces por vicisitudes históricas y otras por muy diversos motivos, es algo crónico y recurrente. En efecto, a lo largo del último siglo, cada 25 años aproximadamente, hay que volver a retomar el tema de la reorganización y vuelta a poner en funcionamiento de nuestra Hermandad del Cristo.

 

Todo lo anterior me ha llevado a pensar, meditar, analizar y reflexionar sobre el tema, y a cuestionarme cuál ha sido mi actitud como católico espereño, a lo largo de los años vividos desde que empecé a participar y colaborar en la vida parroquial hasta hoy.

 

La verdad sea dicha, ha sido la lectura de las actas de la Hermandad, a la que antes hacía referencia, lo que me ha impulsado a publicar este artículo, que no es más que una manifestación pública de la entonación de un “mea culpa” y que es la conclusión a la que he llegado después de mucho cavilar.

 

En el acta del año 1927, entre los conocidísimos espereños que reorganizan la Hermandad, aparece como Vice-Secretario de la misma, mi abuelo  Antonio  Mariscal  Sandoval (q.e.p.d); y en la de 1951 aparece como Secretario mi padre  Aurelio  Mariscal  Ibáñez (q.e.p.d). Es cierto que gracias a ellos tengo la fe que profeso y que me transmitieron con sus vivencias personales y de vida de fe cristiana. Pero, ¿qué ha pasado para que yo no continúe en la misma línea de actuación de mi abuelo y de mi progenitor? ¿Qué ha ocurrido para que yo haya roto la dinámica de manifestación pública de fe de mis antepasados, encauzada a través de Nuestra Hermandad? No sé el porqué. No encuentro una respuesta adecuada, honesta y convincente que me satisfaga. Pero no menos cierto es que hay una idea fija que me incordia y atosiga continuamente, y es que, cuando llegue la hora de mi partida para encontrarme con ellos, me van a preguntar sobre mi actitud referente este tema y me inquirirán: ¿Por qué no seguiste nuestro ejemplo y vivencias cristianas? ¿Acaso no te convencieron y te sedujeron? ¿Es que no te pareció suficientemente arraigada nuestra fe, para seguirla? Y no voy a poder responderles, pues no dispongo de ningún argumento en mi defensa, ya que no hay peor actuación que la que se realiza por omisión. E inmediatamente, cuando mire alrededor, estará el Santo Cristo de Lantigua que, como Juez misericordioso y con Su sola presencia, me hará recordar la parábola de los Talentos: “…. Siervo malo, perezoso y holgazán, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.  (Mateo  25,  14 – 30).

 

 

 

¿Por qué la existencia de la Hermandad?

 

Seguro que cada uno de los que lean este artículo y, por supuesto, muchísimos de los que no lo leerán, tienen bastantes respuestas más que convincentes para responder a esta pregunta.  Pienso que, sin ánimo de ser exhaustivo, podemos aducir las siguientes argumentaciones:

 

     Porque como cristianos, tenemos no sólo el deber sino la obligación de proclamar la fe que profesamos, y nada mejor que hacerlo como espereños que somos, bajo la protección de Nuestro Santo Patrón.

 

     Porque como cristianos hemos de aglutinar nuestra fe actuando colectivamente, como el mismo Jesús nos dijo: “Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre Celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18, 19-20). Y ¿qué mejor que reunirse alrededor de nuestro Santísimo Cristo de Lantigua?

 

     Porque tenemos que saldar la enorme deuda de gratitud que tenemos contraída con nuestros antepasados, y sobre todo con los más recientes, por la fe que nos han transmitido de generación en generación, y no podemos ser nosotros quienes rompamos con esa trayectoria.

 

     Porque no podemos quedar ante la Historia como la generación que, como consecuencia de su falta de actitud comprometida y comportamiento no acorde con la fe heredada, rompió el eslabón de la fortísima cadena transmisora de fe, que viene de tan antiguo, y que es la comunidad cristiana de Espera, organizada a través de la Hermandad de Nuestro Santísimo Cristo de Lantigua. Y:

 

     Porque, ante los ataques tan fuertes, despiadados y furibundos a los que nos están sometiendo y que estamos sufriendo, los Cristianos en general y la Iglesia Católica en particular, por parte del fenómeno laicista radical imperante, no podemos permanecer impasibles, y en consecuencia, hemos de aunar nuestras fuerzas, y bajo la protección de Nuestro Santo Patrón, continuar manifestando públicamente nuestra fe en Cristo Resucitado, Dios Redentor, fuente inagotable de Amor y entrega generosa y misericordiosa, y dar ejemplo de ello con nuestro vivir diario, para que nos califiquen por lo que hagamos y no por lo que digamos.

 

 

 

¿Para qué?

 

Todos sabemos que a lo largo del año, cada primer viernes de mes, celebramos la misa en el Santuario Diocesano. También conocemos que cada domingo del año, se abren las puertas de la ermita del Santísimo Cristo para que podamos visitarlo. Somos además conscientes de que las actividades alrededor del Patrón no cesan a lo largo del año y que culminan en las Fiestas Patronales en Su honor, y todo ello sin una institución eclesial oficialmente constituida. Con todo esto cabe preguntarse: ¿Para qué y qué sentido tiene volver a reorganizar la citada Hermandad del Cristo de Lantigua?

 

Soy de la opinión de los que piensan que existen muchos argumentos para responder afirmativamente a la pregunta anterior. A continuación expongo algunos de ellos y que me ratifican en el planteamiento de que es necesaria la existencia de la Hermandad del Santo Cristo para:

 

X  Primeramente, tras felicitar antes que nada al grupo de devotos y devotas que hace posible, con su trabajo abnegado y desinteresado, todo lo anteriormente reflejado, ampliar al máximo el círculo de personas entregadas a dichas tareas, para que sumando más y nuevas energías, aunando esfuerzos y evitando divergencias internas que a nada conducen, logremos potenciarlas y magnificarlas, pues por muy alta que sea la cota alcanzada, siempre será muy poco para lo que Nuestro Santo Cristo se merece.

 

X  Convertirnos en firmes baluartes y defensores de nuestras tradiciones y costumbres, siempre y cuando éstas no supongan un estancamiento en el pasado, ni choquen descarada y frontalmente con los planteamientos correctos de los momentos actuales, sino sujetas a una continua evolución que, conservando lo sustancial, como es el más profundo sentido de la fe y del auténtico espíritu cristiano, permita ser impregnada por una incesante corriente de aire fresco que, manteniéndola en un dinamismo continuo y permanente, la haga atractiva e interesante a los ojos de todos y no sólo de los espereños.

 

X  Constituir un  auténtico grupo catequético que trabaje denodadamente para formar cristianamente a todos aquellos que, considerándonos hermanos del Cristo por mera tradición familiar, por uno u otro motivo, o simplemente por desidia, no participamos en la vida religiosa parroquial: no vamos a la Iglesia, no vamos a misa, no leemos la Sagrada Biblia o simplemente ni siquiera sabemos rezar.

 

X  Llevar al Santo Cristo al mundo de los jóvenes, tan alejados hoy de todo lo relacionado no sólo con Nuestro Patrón, sino con la Iglesia en general. Entiendo que la juventud de hoy debe ser la que coja el testimonio de nuestra fe y la transporte al futuro. Pero para ello hemos de hacerles ver la importancia de la fe a través de la Hermandad; y aún más, lo importante de su presencia y actuación dentro de la misma. Pero para ello, desde la citada Hermandad, se les ha de ayudar para que con una formación en valores sustentados en el amor fraterno y en la entrega gratuita y sin esperar nada a cambio, descubran sus enormes valores, maduren humana y espiritualmente, y adquieran una actitud más comprometida, alegre, dinámica y enérgica.

 

X  Potenciar los cultos, incrementando el sentido fervoroso y el espíritu devocional, y siempre dentro de la consecuente coherencia con la liturgia. En este sentido, y sirva como ejemplo, pienso que se debería dar una mayor solemnidad a cuantos actos se celebran y a otros de los que se podría disfrutar, como impregnar de ceremoniosidad a la bajada y traslado de la bendita Imagen de Nuestro Santo Cristo desde su altar hasta el paso, y viceversa, posterior colocación en su hornacina de la ermita.

 

X  Velar por el patrimonio de la Hermandad y salvaguardar sus intereses. Gestionarla administrativa, burocrática y económicamente. Representarla oficialmente y, creando vías de comunicación adecuadas y fluidas, potenciar las relaciones tanto con la Iglesia Parroquial, con las demás instituciones religiosas y culturales de la localidad y del entorno, y especialmente con el Ayuntamiento.

 

X  Fomentar el fervor y la devoción a nuestro Santo Cristo, no sólo dentro de las lindes de nuestro pueblo, sino mucho más lejos, todo lo distante que podamos. Acordémonos de tantos espereños que tuvieron que emigrar y viven lejos de nosotros, pero que cada año, cuando llega el segundo domingo de septiembre, lloran en silencio acordándose de su Cristo de Lantigua recorriendo las laderas del castillo. Esto, no sería más que seguir el ejemplo de aquellos antepasados nuestros que constituyeron la Hermandad en el año 1927, y que a pesar de las dificultades para desplazarse que tenían, no escatimaron esfuerzo para propagar la fe y devoción que profesaban fuera de nuestra villa, nombrando Hermano Mayor Honorario al insigne escritor y poeta D. José María Pemán y Pemartín, proclamándolo embajador permanente de Nuestro Santísimo Cristo de Lantigua. Y:

 

X  En último lugar, y como lo más importante y finalidad última y primordial, debe existir la Hermandad del Cristo, para que bajo el amparo y protección del Santísimo Cristo, seamos capaces de aunar voluntades y sumar esfuerzos, para llevar el Amor, que es Cristo-Jesús, a todos los lugares, y muy especialmente a los enfermos, a los ancianos, a los más desfavorecidos y a los olvidados, relegados y marginados, erradicando de nuestros corazones actitudes incoherentes, falsos orgullos, vanidades y egoísmos personales, pero siendo conscientes de nuestra debilidad humana y nuestra condición de pecadores y recordando a Jesús: “ … No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores ” (Mateo, 9, 12-13), y actuando siempre como también nos exhorta nuestro Santísimo Cristo a través de Su Evangelio: “… cuando, reces, cuando ayunes, cuando hagas misericordia, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace tu derecha; hazlo todo con humildad y discreción, y tu Padre que ve en lo secreto y escondido te lo pagará. …” (Mateo, 6, 1-6. 16-18).

 

 

Para finalizar, y no ser más pesado, pues soy consciente de que me he explayado en demasía (me he alargado más de la cuenta), y como muy acertadamente, estos días atrás decía un señor en una carta al director publicada en un periódico, creo que la Hermandad del Santísimo Cristo de Lantigua, al igual que todas las demás, tiene ante sí un gran desafío social y espiritual en este siglo XXI, al que ha de dar respuesta clara, rotunda y contundente. Pero cuidado, no actuemos como aquellos a los que Jesús descalificó:  “… Todo lo que hacen los escribas y fariseos es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto. Les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente les llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, por que uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre nuestro a nadie en la tierra, por que uno solo es vuestro Padre, el del Cielo. No os dejéis llamar consejeros, por que uno solo es vuestro Consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. (Mateo, 23, 1-12).

 

No es cuestión de insignias, pértigas, medallas o marchas musicales que también son necesarias, sino que entiendo que una hermandad para los nuevos tiempos en que vivimos, , ha de tener una amplia perspectiva de visión de futuro y un inmenso campo de actuación, con proyectos claros, limpios, diáfanos y llenos de coherencia y que sepa tomar conciencia ante el mundo de hoy, asumiendo la responsabilidad ineludible y adquiriendo el serio compromiso de dar respuesta a cualquier problemática social o espiritual que se presente, pero siempre bajo la clarísima, brillante e iluminadora Luz del Evangelio, y sabiendo que en nuestra tarea tendremos siempre a nuestro lado ofreciéndonos Su ayuda omnipotente, Su ánimo incansable, y Su gracia misericordiosa a nuestro excelso Patrón y titular de la Hermandad: El SANTÍSIMO CRISTO DE LANTIGUA.

 

¡Ánimo y pongámosla en marcha, pues Él con toda seguridad, no nos va a fallar!

 

¡Felices fiestas patronales!

 

 

Antonio Jesús Mariscal Bautista


       

 

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